«Me creían un ser fantástico como los cuentos de ficción. De esos que tienen capacidades sobrenaturales y que dedican todo su tiempo a salvar la vida de los demás. Ellos me veían como un héroe que todo lo podía lograr. Desde salvar a la típica familia que perdió a su mascota hasta el pequeño niño que estaba siendo molestado ¿A que venían estas estúpidas ideas si yo era un simple crío? Ellos me admiraban, esos ilusionados rostros pequeños con esas inocentes sonrisas, me admiraban…y querían.
Yo fui un imbécil, un iluso, un bobo, todo lo malo que puede llegar a ser una persona en relación a lo estúpido de sus acciones. Vamos, yo solo era un ingenuo niño que quería dedicarse a seguir jugando y divertirme ¿Creí que en ese momento llegaría a razonar de forma correcta y guiar todo sabiendo que se trataba de mí, solo un simple pequeño? Sí, yo lo creí y eso fue lo peor, porque nada resultó como creí que iban a ir las cosas. Había tomado valor, me había tragado la preocupación y el miedo por haber presenciado algo que estaba por venir y avisté, como pude lo que estaba por ocurrir.
En los próximos cinco segundos, segundos que se llevaron los últimos granos de arena, segundos que se llevaron la parte más importante de mi vida, segundos que se llevaron una vida entera. Su pudiera devolver el tiempo, si pudiéramos tener esa vida por otro día más… yo no estaría aquí»
「 ✖ 」
Miradas desesperadas, inquietas por salidas rápidas o posibles soluciones que querían ser una esperanza. Leves sollozos, leves súplicas, leves sonrisas. Oscuridad y neblina, entre pequeños niños que se esmeraban en correr. Fuertes chirridos metálicos y grandes nubes de polvo. Corazones agitados a causa de un inminente y ácido miedo que recorría sus pequeños cuerpos. Una mano presionaba sus propios dedos en puño mientras se sentía el rechinar de dientes. Gritos, desgarradores gritos. Silencio, un silencio que rompe cada segundo.
Su respiración pareció abandonarlo por unos instantes. Su mirada perdida daba en el tintinear del semáforo que indicaba verde avistando que quedaban los últimos segundos a los peatones que se amontonaban en masa para cruzar la gran calle. Su corazón latía desesperado, sus labios estaban entre abiertos y tenía unos rasgados ojos que mostraban estar atónitos a pesar de que no estuvieran tan abiertos, simplemente tenían un brillo nervioso saltando. Le costaba respirar. Quería llevar una mano a su pecho pero no entendió por qué no tuvo las fuerzas necesarias para hacerlo.
Comenzó a sostener fuertemente el bolso que colgaba de su brazo, como tratando de comprobar que estaba ahí. Pero extrañamente no lo sentía. Hasta la gente le empujaba o gritaba cosas al no correrse de aquel lugar e incluso casi tropieza por la misma razón. Sin embargo se mantuvo ahí, estático.
Acababa de presenciar nuevamente ese recuerdo que había marcado su infancia. Podría haber actuado con normalidad y simplemente haberlo dejado ir debido a que era muy constante que le ocurriera esto, el recordar ese suceso. Pero no podía engañarse, cada vez que sucedía, todo en él se descompensaba como si reviviera cada una de de las cosas con la misma intensidad con las que pasaron, abriendo una vieja y profunda herida que despertaba nuevamente sus miedos.
Entre que no sabía cómo reaccionar, alguien paso con tal violencia que hizo que el bolso que tenía apretada en su mano cayera.
«Si tan solo hubiera insistido, si tan solo... » Dijo para sí mismo.
Estiró un brazo entre la gente que se veía como débiles sombras en movimiento, en un intento desesperado de tratar de recoger lo había caído. Pero como si sus manos fueras transparentes no logro alcanzarlo a tiempo aunque lo hubiera casi tomado y terminó por ser aplastado por varias personas que le pasaron por encima. Hizo un leve gesto de desagrado y se maldijo en silencio.
No le era fácil disimular que dentro del todo se hacía añicos, todo lo que ya tenía roto volvía a romperse aún más en pequeñas piezas. Volvía a sentir esa viva culpa, volvía a sentirse la persona más miserable que podía pisar el planeta, volvía a creer que su existencia estaba de sobra y claro que lo era.
Su fiel amigo era la soledad y un frío silencio que le eran de ayuda en su día a día.
Tragó con dificultad y levantó la vista ansiosa. La gente a su alrededor parecía ajena a él a pesar de que estuvieran muy cerca. Sus caminares seguían mostrándose lentos y difusos. Parpadeo un par de veces y ahora en sus ojos se veía un notable destello de esperanza perdida. Casi como si le hubiesen destruido nuevamente.
Él no quería eso, el no deseaba eso, el solo quería no vivir de esa pesadilla. Cerró sus manos en puños y cerró sus ojos con fuerza, no debía dejar que todo esto le invadiera de nuevo, no. Nadie sabía lo difícil que era cargar con aquello dentro de su corazón, de su mente, de todo su ser. Era algo que le pesaba más que cualquier otra cosa. Esto le impedía caminar con facilidad, arrastrándolo hasta el comienzo con esas repentinas visiones, cuando él a duras penas ya había alcanzado a alejarse un poco y se acercaba a un supuesto final en el que todo había pasado ya… siempre era así. Una muerta rosa que luego de estar marchitos sus pétalos comienzan a quebrarse haciendo que el dolor sea aún más cruel y duro al romperse la última ilusión de seguir. Volviéndose pedacitos ya el dolor y la desilusión con un nuevo dolor aún más horrible, el creer que ya no hay nada y que no hay razón para existir si ya no sientes que eres parte de tu mismo ser. Ajeno a ti.
Sus labios se fruncieron en un intento de evitar que toda la desgracia le invadiera ahora sus ojos y se dispuso a ponerse de pie, acercándose a donde estaba su bolso. Cuando ya había logrado tomarlo entre sus brazos, sin disculparse por haber empujado a quien fuese con tal de conseguirlo. Las lágrimas no eran bienvenidas. Para él, el que de sus ojos salieran lágrimas era como intentar sacar cristalina agua de un lugar que está completa y cruelmente seco.
¿Por qué…? —murmuró con su notable voz media grave y gangosa que entre el gentío no se escuchó, mientras alzaba su rostro hacia la dirección a la que se dirigía.
Su voz no era más que un silencio en ese lugar.
—¿Aún estoy vivo?
「 ✖ 」
La biblioteca estaba sumida en un exquisito silencio. Las estanterías ocupaban gran parte de ese lugar. Libros de distintas formas y colores se encontraban por todas partes dentro de las rústicas estanterías que casi alcanzaban la pared de arriba. Entre ellas, por aquí y por allá había pequeñas mesitas de máxima capacidad de dos personas. Algunas personas estaban en ellas, ya sea leyendo o haciendo algún trabajo. Al momento en el que SeHun cruzó la puerta de la entrada evitó las miradas curiosas que volteaban a verle entrar tranquilamente en dirección con la intención de ir a las últimas mesas de la biblioteca, las del fondo.
Ese era su segundo hogar, su segundo resguardo.
La mayoría del tiempo se la pasaba ahí, durmiendo, leyendo o simplemente para perderse en el abismo de un silencio eterno. Le agradaba saber que dentro del ese gran silencio no era el único ya que fuera del también estaba presente y justamente en ese callado lugar donde solo se escuchaba el leve sonido de las hojas de los libros.
Constantemente acudía a los libros, otra afición que tenía, adoraba adentrarse en mundos llenos de ficción donde la realidad no afectaba las letras que estaban escritas en cada párrafo de forma tan perfecta que hacían que el viviera cada una de las historias. Sin embargo comenzaba a cuestionarse hasta cuándo eso le funcionaría como distracción.
Entrelazó sus manos para luego recostarse en el respaldo de la silla de forma suave. Suspiró agotado y entrecerró sus ojos. Pero al hacerlo, escucho su angustiado interior, como si intentara a hablarle a gritos, y todo dentro de él se revolvió de forma desesperada. Se llevó las manos al rostro. Debía hacer algo, debía tratar de distraerse un poco. No podía quedarse así por mucho tiempo, no quería sentir ese punzante dolor de los recuerdos, de las visiones. Sin pensarlo un segundo se levantó un tanto nervioso en dirección a alguna estantería que contuviera algo que le podría interesar.
«Vaya forma de olvidar algo ¿no Sehun?»
Delante de él había gran cantidad de libros. Era tantos que debía pensar en cual elegir pero no tenía cabeza para hacerlo en ese momento. Un tanto flojo se mordió en labio inferior mientras intentaba encontrar algún título que reconociera y quisiera leer o que simplemente ya había leído y le había encantado. Sus ojos se movían hacia todos lados en busca de algo por más que se engañara, no podría encontrar ahí. Salida.
Solo necesitaba eso, solo un poco.
Caminaba con fingidos pasos tranquilos, siguiendo el orden de las estanterías en hilera hacía la derecha. No encontró nada. Siguió con la otra y tampoco, nada.
A pesar de estar así de atemorizado, su rostro se mantenía inexpresivo y frío mientras se acercaba a una gran estantería que quedaba en la mitad de la biblioteca, llena de libros viejos, casi rotos. Compuesta por cuatro estanterías de este tipo que contenían textos relacionados con la historia, ya sea universal como de Corea misma. Al notar esto, estuvo convencido de que le vendría bien estudiar algo. Decidido empezó a husmear en los títulos, un tanto agachado para ver bien de que venían los textos. Sin embargo nada le llamó la atención.
Comenzó a preocuparse y se cuestionó si necesitaría un poco de aire, pero negó, no quería salir de ese lugar, menos en ese estado. Sabía qué clase de peligros podía evitar si se quedaba en ese lugar. Además había estado anteriormente en el exterior y no parecía ser una buena opción.
Sus largas manos pasaron por el borde de la estantería para leer que decía una insignia que se mostraba, pero ni si quiera se podía concentrar en eso tan simple, no lo lograba leer con racionalidad, solo veía letras sin sentido. No pudo evitar cerrar los ojos con fuerza y llevarse las manos a los oídos ahí, entre los libros donde nadie lo veía. Al sentir esa lejana pero intensa sensación de angustia que deseaba salir con ansiedad de su muro de hierro de su interior. Le tembló el labio inferior, apretó sus labios para aguantar todo y seguir su curso negando. Se agachó para ver que había en la parte baja de la estantería, no eran más que más libros viejos con borrosos textos ¿Qué debía hacer? ¿Qué podía hacer? Sus ojos amenazaban con estallar de un momento a otro y no quería que eso ocurriera, no quería caer nuevamente en que su vida realmente era una miserable basura. Se llevó las manos a cabeza y gruñó. Sin darse cuenta al gruñir con la huesuda rodilla dio en la estantería que se tambaleó lentamente. Se escuchó un ruido sordo de un libro caer a su lado y desinteresado miró a su lado, observó el libro con desinterés. Sus páginas muy andrajosas se dejaban ver en los bordes de este. Lo recogió poniéndose de pie y sin mirar la portada se lo llevó apretándolo muy fuerte en la mano.
Ese libro también había caído por su culpa y al menos esta vez, podía hacer algo al respecto.
Siguió caminando entre las grandes estanterías a paso lento y continuando con el juego de fingir tranquilidad, entre que mantenía una de sus manos apretada en puño e intentaba dejar de hacerlo.
Un estruendo le llamó la atención al pasar por una de las estanterías y se detuvo inconscientemente, aún algo ansioso. Ni si quiera supo porque lo hizo pero finalmente ya había detenido su curso. Quizá por la costumbre que tenía al ordenar la biblioteca cuando la secretaria de esta se lo pedía de favor y así iba ordenando los textos, aunque fuera lo más aburrido, para él era divertido ¿Por qué? Porque tenía que limitarse a la diversión que le concedían esas cosas.
Retrocedió un poco y se acercó al lugar que había causado ese ruido. Había tres grandes libros en el suelo que habían caído de la parte alta de la estantería. ¿Cómo habían caído? Miró hacía sus lados y no había nadie cerca. Hasta que dio un respingo al ver cómo caía otro libro de sorpresa. Notó arriba en el orificio que había quedado detrás del libro caído, que del otro lado había una mano que intentaba alcanzar ahí arriba sabiendo que su porte no le favorecía mucho en hacer esa tarea. El último libro que cayó, quedó a un lado del final de la estantería. El chico que rubios cabellos, sin tener expresión alguna, se dispuso a recoger los que habían caído ya para luego ir por el cuarto. Sin embargo al hacerlo algo súbito sucedió.
Topó con la mano de otra persona.
Topó con la mirada de otra persona en medio del silencio de esa biblioteca, de su silencio.
Sus ojos después de tanto tiempo parecían estar sorprendidos, ya no se veía esa mirada fría y distante que siempre mostraba. No sabía cuantos segundos pasaron pero le parecieron eternos, como si lo hubieran suspendido en el tiempo. Por primera vez su vida se detuvo por cinco segundos luego de haber recorrido el tiempo constantemente sin parar.
Delante de él un chico de cabello algo desordenado café claro, unos redondos ojos con largas pestañas, y una nariz y labios pequeños con rasgos un tanto delicados. Al igual que SeHun, sus ojos mostraban estar atónitos y su boca un tanto entre abierta dejaba ver sus dientes. Por segundos SeHun creyó haber perdido la noción y se había cortado su respiración. Tanto se había sorprendido que había olvidado que segundos antes estaba sumido en un ansioso sentimiento de angustia. Había algo extraño, algo que no pudo descifrar.
El otro chico parpadeo un poco. Sus manos seguían una encima de la otra al haber topado y ninguno de los dos hizo nada por sacarla de ese lugar ¿Qué era eso que estaba recorriendo su interior con un sabor que no pudo reconocer? Todo se volvió extraño, confuso y sorprendente. Sabía que al topar la mano de otra persona corría riesgos, pero no si no los quería o estimaba –como recordaba que sucedía– lo suficiente, era poco probable que sintiera algo y viera algo. Pero sentía algo y no era un sentimiento, era algo raro que no podía agradarle ni desagradarle. Hasta que el otro chico, nervioso de un momento a otro miró a todas partes y luego su mano bajo la de Sehun, la alejó esbozando una suave sonrisa que permitió que se apreciara su linda curva de labios.
Esto hizo que volviera a despertar, sintió un fuerte golpe frío que hizo que sus ojos volvieran a mostrarse inexpresivos con el pasar de los segundos.
El chico sonreía y nunca había visto a alguien sonreír de esa forma, nunca había prestado atención a esas pequeñas cosas. Quizás sí se dedicaba a mirar al mundo a su alrededor sin interferir en él, casi estudiando cada personalidad, casi estudiando cada gesto, pero ninguno era como el chico que tenía en frente. Ese chico tenía algo que no pudo descifrar. Hasta que lo escuchó hablar mientras bobos se ponían de pie. El castaño tomó el libro con el que habían topado, teniéndolo en uno de sus brazos.
—Perdona, yo no quería… He sido un bobo —decía el otro con nerviosismo, manteniendo esa tímida sonrisa en sus labios. Su voz tenía parecía tener un extraño acento y era un tanto más aguda que la suya, que era gangosa y grave.
—A la próxima intenta no tirar la estantería entera —dijo con un tanto de sequedad aunque hubiera vacilado su tono al hablar. La expresión del chico castaño se tornó a sorpresa por unos instantes y lanzó una pequeña risita.
—¿Me has visto? —dejó escapar una suave y corta carcajada. SeHun observó cómo reía el otro, preguntándose qué era lo gracioso, e hizo un mohín en un intento de quitar los ojos de encima de ese chico.
—Debiste haber pensado bien que con su altura, no llegarías ahí —dijo el chico de cabellos grises con tono cortante y con la mirada perdida en la estantería. Para terminar por volver sus ojos al contrario.
—Está bien, a la próxima me aseguraré de no tirar la estantería entera —miró el libro que tenía entre los brazos con cierta curiosidad y diversión—Solo necesitaba esto, creo que con una estantería entera no me serviría así que a la próxima vez pediré ayuda —viró la vista a SeHun y luego a uno de los libros que tenía este entre sus brazos.
—¡Oh! Me… —dudó al ver el frío rostro de SeHun que seguía viéndole—¿Me prestarías uno de esos?
—No —contestó inmediatamente SeHun sin saber que lo estaba haciendo— lo has tirado.
—Hey, no es como si los libros sintieran dolor ¿o sí?—le dedicó una mirada divertida, pero no duró mucho su diversión al ver que al alto no le dio gracia.
Por lo que asintió mirando a todos lados mientras sonreía frunciendo los labios y se apresuró a decir:
—Qué más da… es mejor que me vaya, necesito hacer este trabajo lo más rápido posible.
—Espera —murmuró SeHun y no creyó que el bajo le escucharía, pero lo hizo de todos modos—Ten —le alargó los libros para que escogiera el que necesitara.
«¿Qué diablos? ¿Por qué permito esta amabilidad?»
El castaño terminó por escuchar su murmuro y se volteó a él con tranquilidad, primero solo con su cabeza, después con el cuerpo entero. Aprovechada esa ocasión, le mostró los libros que estaban entre sus brazos.
Como era de esperarse, el más bajo no dudó ni un segundo y tomó uno de los libros.
—Y que te quede claro que sí les duele.
—Ajá…—dijo el chico asintiendo mientras hojeaba el libro, esto molestó a SeHun quien se sintió mal por haber sido amable y que el otro ni siquiera le hubiera tomado atención. Terminó por agradecer el consejo y se despidió con una suave inclinación, desapareciendo así entre las grandes estanterías.
Su ceño se frunció con levedad mientras intentaba seguir el camino de aquel chico con el que había hablado. Notó algo a medida que se alejaba. Algo cambió bruscamente y lo pudo sentir. La extraña sensación y el ambiente habían cambiado de un momento a otro, hasta quizás eran más tenues. Eso no era normal, no podía ser normal ¿o sí? No dejaba de desconcertarle y sorprenderle el que su capacidad para mentir e ignorar se viera afectada de ese modo, menos por una situación como aquella en la que podría haber mantenido su boca cerrada y haber asustado a ese extraño chico. Por lo que su expresión de confusión no podía dejar su rostro aún. Aunque, al vagar en sus pensamientos, volvió a recordar que sentía esa presión de angustia dentro y suspiró desganado.
Observó las cosas que sostenía entre sus brazos con desinterés, eran los libros que había recogido más el que había tomado después de haberlo tirado él mismo sin querer, era el único pequeño. Una cosa le distrajo de ver con atención aquellos libros, notó algo que le pareció común de encontrar en ese lugar. Era frecuente que las personas perdieran cosas en ese lugar. Había allí en el suelo debajo de un objeto que se asemejaba a un hilo. Achinó sus ojos para ver de qué se trataba.
No bastó ni un segundo para que quedara sorprendido. Era una simple pulsera hecha de un grueso hilo de color negro formada por pequeñas trenzas algo desgastadas ¿Qué hacía eso ahí? La observó en su mano derecha con extrañes luego de haberla tomado sin razón alguna, hasta que dentro del saltó la advertencia. Era mejor que no siguiera viéndola de esa forma si quería evitar cualquier problema. La guardó en el bolsillo de su suéter y suspiro desganado con el libro pequeño en su brazo izquierdo. Pensó que quizás la podría entregar en los objetos perdidos o que le podría servir de ayuda para usarla en su viejo bolso de gimnasia, ya que había roto su cierre.
Después regresó a el lugar al que estaba sentado anteriormente y se dejó caer por completo en la mesita, dejando el libro entre sus brazos. Había algo que le estaba disgustando y asustando. Lo primero era el hecho de que hace unas horas había tenido aquella visión de su pasado. Mientras que lo segundo era ese encuentro con aquél extraño chico que no parecía ser normal, ni tampoco él había actuado normal. Había vacilado su acostumbrada frialdad. Ahora tenía una leve sensación que le asustaba de ese chico, pero no tenía cómo entender a qué iba lo que sentía ¿Sería porque había cruzado más de dos palabras con él? No, no parecía ser eso. Era extraño. Debía simplemente olvidarle, sacar eso de su mente.
Pero seguía desconcertándolo.
Se enderezó con cuidado y abrió el pequeño libro entre sus manos, observó sus viejas hojas en un intento de querer leerlo y miró a sus dos lados. Estaba desconcentrado, no podía tomar la lectura, no podía pensar en nada más que lo que le había estado ocurriendo en esa tarde. Y nada tenía que ser así, porque nunca había sido así de duradera la angustia..
—¿Qué diablos hice?
「 ✖ 」
—Llegas tarde —se escuchó dentro de la habitación—¿Perdiste la hora?
Era la voz de su compañero de habitación. JongIn, un chico de tez morena, de cabello café, con unos carnosos labios y unos intensos ojos oscuros. Estaba sentado sobre su cama con las piernas cruzadas mientras se secaba el cabello con una pequeña toalla. Ya era de noche por lo que se podía suponer que había llegado hace muy poco y se había dado una ducha.
SeHun no se limitó a contestar, ni menos a mirarle.
—Vaya parece que sí —murmuró JongIn más para sí que para el recién llegado.
SeHun no deseaba tratarle así, evitándole. Ni tampoco le gustaba hacerlo con las demás personas, pero realmente no le quedaba opción. Apreciaba a JongIn por intentar llevar una amistad con él, aunque no se podía llamar del todo así. Sabía que JongIn no tenía la culpa, no tenía ninguna relación con lo que SeHun llevaba dentro. Se sentía mal por ello. Sin embargo lo olvidaba al instante, no podía permitirse preocuparse por alguien por más que su interior le digiera que debía hacerlo. Todo eso era borrado instantáneamente sin que él tampoco se diera cuenta de que lo hacía.
SeHun se sentía la persona más cobarde del planeta pero ya ni eso tenía sentido en su vida. El que fuera cobarde lo tenía bien asumido y no tenía más que admitir serlo. Sinceramente no tenía más opción y no tenía escapatoria.
JongIn se acercó a SeHun con tranquilidad, dejando la húmeda toalla colgada de su cama, ignorando la incómoda sensación de molestia que su compañero de cuarto estaba propagando a su alrededor desde el momento en que cruzó la puerta. El menor luego de llegar había lanzado sus cosas a la litera que había de un lado de la habitación y se había estancado en su escritorio a hacer sus deberes. La curiosidad del moreno se hizo presente al ver que SeHun comenzaba a sacar sus cuadernos con un tanto de nerviosismo. Sus manos parecían estar temblando y luego de ver su rostro se extrañó aún más. Parecía estar sereno ¿Por qué razón sus manos temblaban si parecía estar bien? Detuvo su camino al pensar si era inconveniente interrumpir al delgado chico o preocuparse innecesariamente de alguien que apenas le tenía consideración. Sin embargo negó. No importaba que no le hiciera caso o algo por estilo, era su compañero de cuarto y eso era lo único que importaba. Al menos era la única persona que lo escuchaba, aunque muchas veces no recibía respuesta.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó fingiendo que iba a buscar algo cerca del escritorio en el que se encontraba SeHun.
—No —contestó el menor luego de segundos, dándole la vuelta a la página del texto que estaba enfrente de él, entre sus brazos.
—Creí que la necesitabas —dijo el moreno sonando desinteresado, tomando un portador de lápices y buscando entre ellos alguno.
Echó una mirada al chico de su lado, quien parecía esforzarse por concentrarse ¿Por qué de repente estaba de esa forma?
SeHun no contesto nada y se limitó a seguir leyendo con tranquilidad pero algo le estaba impidiendo que su concentración fuera total. Sabía exactamente de qué se trataba pero no quería pensar en aquello, ni tampoco adentrarse en esos recuerdos, ni tampoco preguntarse por el suceso anterior. Esas dos cosas estaban resonando en él, pidiendo a gritos que fueran revividas, como si todo su interior deseara que les tomara toda la atención necesaria, sin saber con qué razón aparente. Se mordió discretamente la lengua. Sin embargo su cuerpo estaba reaccionando de otra forma ¿Qué podía hacer? ¿Qué podría hacer si nunca le había ocurrido todo aquello de una vez? No podía controlarse ahora. Por más que cambiara de página, escribiera algunas anotaciones, no le ayudaba demasiado en tratar de olvidar todo. Su compañero de cuarto había notado que él se encontraba intranquilo y eso no podía estar pasando ¿Cuándo JongIn había notado eso de él? No podía ser débil y dejarse mostrar inquieto. Giró un tanto su cuerpo darle una mirada a JongIn, evitando dar de pleno en sus ojos, para con semblante molesto mostrarle que debía dejarlo en paz. Después el mismo chico de grises cabellos se dio la vuelta. Dio la vuelta y perezoso tomó su lapicera para seguir en lo que “estaba realizando”.
—Está bien, no te molesto. Solo te ofrecía mi ayuda. —dice JongIn fingiendo molestia depositando el portalápices en su lugar.
JongIn, algo apenado o decepcionado, se aleja del lugar. Siempre era así tratar de hablar con SeHun. Le era completamente imposible poder entablar alguna conversación con su compañero de cuarto. Pero ya daba lo mismo, por más que lo intentara nunca iba a poder lograr sacar buenas palabras de la boca del contrario. No le preocupaba mucho por qué el otro actuaba de esa forma, para él no le era tan gran problema. De todos modos prefería tener a alguien silencioso de compañero de cuarto a alguien que hiciera todo el tiempo ruido.
Ordenando un poco su húmedo cabello camino en dirección a su cama. Al hacerlo su expresión cambio a disgusto. Había visualizado como habían quedado las cosas de SeHun esparcidas al no caer bien en su cama, la cual era una de las literas que había en el pequeño cuarto. Ellos eran dos en una misma habitación, aunque el cuarto tuviera una capacidad para cuatro, estos no estaban ocupados. Por lo tanto se habían puesto de acuerdo con que cada litera corresponde: una para JongIn y la otra para SeHun. El moreno le echó un vistazo a la ropa que había caído del bolso de SeHun y suspirando se acercó a ella para tomarla, depositándola en la cama del pálido chico. No era como si quisiera ordenar sus cosas con mucho gusto, no, solo quería mantener algo de orden y a veces su acompañante no le hacía esa tarea fácil.
Perdido en sus pensamientos no notó que algo cayó en sus pies hasta ya haber puesto todo en su lugar, bajando la mirada sin darse cuenta. Entre cerró un poco sus ojos ¿Qué era lo que acaba de caer de la ropa? Se agachó con curiosidad. Era una simple pulsera de hilo grueso, algo desgastada y vieja ¿Qué hacía eso ahí? ¿Sería de SeHun? La mantuvo entre sus manos y miró a SeHun con la intención de preguntarle pero algo le hizo detenerse.
SeHun estaba actuando raro.
Cuando ya había logrado concentrarse un poco, guiado por su dedo índice tras las oraciones, algo quebró el silencio interior de SeHun. Su semblante se tornó incrédulo y adolorido. Bajó la vista y su mano agarró como pudo la página del libro que tenía entre sus manos, casi al tiempo que sintiendo como su pecho comenzaba a doler desgarradoramente, sumiéndose en una fría angustia desconocida ¿Qué diablos era eso?
Hizo una mueca al creer que en cualquier momento sus ojos amenazarían con soltar unas cuantas lágrimas. Trató de modular algo pero ninguna palabra salía de sus labios, más que balbuceos sin sentido. Cosa que le asustó aún más y el pánico creció tomando varias partes de su cuerpo, tensándolas. Alzó la mirada y la llevó en dirección de su compañero de habitación. Por alguna razón algo le decía que debía hacerlo. Su respiración se cortó por unos instantes al ver a JongIn con una pequeña pulsera entre sus dedos, esa misma que había recogido en la biblioteca. Tembloroso se levantó con dificultad, recuperando lo que había aguantado de su aliento, desesperándose y fue directo a donde se encontraba JongIn, quien le miraba completamente asustado. Tenía que hacer desaparecer esa pulsera, debía hacerlo o sería controlado por el miedo, el terror y le ocurriría lo que temía. Lo curioso era que mientras más se acercaba, más le dolía todo dentro ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué de repente sentía todo eso? Le quitó la pulsera de la mano al estar al lado del moreno. Sin embargo, no alcanzó a pensar cuando ya se encontraba aturdido junto a un agudo dolor, con sus dos manos en la cabeza, cerrando con fuerza sus ojos.
Su mente volvía a amenazar, luego de tanto tiempo, de irse de sí para dejar entrar desconocidas sensaciones que no le pertenecían a nadie más que al futuro. En un intento de abrir sus ojos, no vio más que oscuridad, aterrado llevó sus manos a sus ojos con la esperanza de que estos pudieran despertar. Sin embargo no le estaba siendo de ayuda. Unas manos ajenas se posaron en sus hombros zarandeándolo con impaciencia, SeHun no sintió esto más que como un movimiento lejano.
Porque ya no se encontraba del todo ahí.
Una respiración agitada con un palpitante corazón resonaron en su interior. Borrosas personas se cruzaban de un momento a otro delante de él. Un pasillo en penumbras. Traviesas risas desconocidas transformadas en gritos de auxilio. Sordos golpes contra una pared. Una sonrisa que ilumina el lugar junto con una desesperante sensación de desilusión. Sentir como corría sin poder avanzar, porque siente que perderá algo. Dos manos entrelazadas y un sentimiento ajeno desconocido. El chico que había visto en la biblioteca, hablando junto a otros de forma divertida. Rabia que llena todos sus sentidos al ver el rostro de alguien que se esconde tras un muro. Revivir un recuerdo perdido. Terminando con un desgarrador grito de angustia “¡Luhan!” retumbó en sus oídos.
Volvió a sí al abrir los ojos de golpe al haber caído hacia atrás, se encontró con el expectante rostro de JongIn quien se preguntaba que le estaba sucediendo al menor. Sin formular ninguna palabra sintió como un líquido mojada sus labios, aún espantado, se lleva una de sus lados a sus labios y al percatarse de que se trata de sangre su respiración se agitó. Evitó la mirada de JongIn quien seguía preguntándole que ocurría, pero si ni quiera él podía formular una respuesta para su pregunta.
No podía creer que eso haya sucedido. No podía creer que luego de tantos años eso haya ocurrido nuevamente. Cuando creía que había podido controlarlo, cuando creía que si seguía de ese modo no pasaría nunca más ya que solo recordaba viejas visiones, no nuevas. Finalmente no fue así.
SeHun se sintió perdido. Luego de tantos años sintiéndose decidido y confiado, ya no era así, algo había cambiado, algo se había roto.
—¿Qué es esto?


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