Sí, un quematodo estaba esa vez a mi lado, tomando de su arco con esa agilidad característica de los que último año, y por conclusión, este también lo era… al igual que yo. Sin embargo había una pequeña diferencia, esa que por más que quisiese no notar o pensar en que sí era probable que fuera verdad, era desagradablemente perfecto con respecto a sus habilidades con el gran arco. Mientras que yo no alcanzaba más de la mitad de su gran presteza.
La manera en la que su ceño se fruncía ante la inminente concentración, cómo era que sus ojos se entrecerraban al fijar la mirada en un punto, dos de sus dedos topaban la flecha que estaba a punto de ser disparada y de esta comenzaban a brotar suaves llamas de fuego, envolviéndola con un suave sonido, sin hacerle el menor daño, era excepcional e increíble. Y sí, por esta mismísima razón me molestaba, me disgustaba a tal punto de que cada vez que le veía en esa posición, deseaba acabar por apuntarle con mi arco, porque sí, yo sabía que de alguna manera ese ser parecía hacer que me molestara a propósito por lo increíble que era. Pero no hacía nada al respecto, sólo observarle efectuar su misión con cierta molestia, esa misión que ninguno de los dos creía que nos terminaría por ser asignada, y que tampoco busqué, él la buscó.
Su flecha dio de pleno en el centro de aquél desmadrado madero en forma de círculo, situado a unos metros, en un viejo árbol de un grueso tronco mohoso. Por el rabillo, observé qué reacción tendría ese alto elfo, y pude notar cómo era que este parecía deshacer concentración en cosa de segundos y se volvió a una expresión neutra, tranquila, segundos después. El fuego se había apagado al mismo instante en que esta había sido estocada en la madera, sin causar ningún daño. Eso mostraba la también gran capacidad que tenía Ackiel en lo que involucraba controlar su poder de ignis. Mis manos acabaron por forjarse en puños, pero no lo suficientemente fuerte como para que se notara, al volver a preguntarme cómo era que no le causaba ninguna emoción el hecho de haber hecho de lo mejor su tiro. Fruncí mis labios y viré mi mirada ahora a mi propio arco, ese que ya mantenía en alto con la misma rapidez con la que Ackiel había alzado el suyo propio anteriormente, sin colocar una flecha en este aún. Tenía que demostrar que también podía valer la pena, sí, que podría llegar a ser mejor que ese chico que sólo se reía de él cada vez que podía y no entendía qué le era tan chistoso. Como todos lo hacían.
Ya no quería que fuese así, nunca había querido que las cosas fuesen así. Pero no, no encontraba una razón para lograrlo, y tampoco entendía por qué era que me esforzaba por mejorar. No me entendía, no entendía nada, sólo lo hacía y creía no tener una razón.
—Debes saber que al momento en que sueltes la flecha, podrías considerar no mover el arco hacia un lado por el impulso. ¿No es así, Lassie? —Comencé a escuchar esa grave y tranquila voz a mi lado, terminando por irritarme por completo y no le miré cuando este me dedicó una divertida sonrisa—. Causas un desvío que termina en el árbol de al lado.
—No me llamo Lassie, ¿Cuántas veces debo repetirlo? —Espeté con desagrado, escupiendo las palabras. Ignorando el hecho de que era cierto, varias de mis flechas yacían en los árboles alternos al que realmente debía achuntar.
Mientras fingía estar fijando la mirada en aquél maldito punto en el que deseaba ya poder dar, hice lo posible por no girarme a ver cómo era que el adverso se acercaba a quitar su flecha del madero. Pero se me hizo inevitable pensar en la ya pasada idea de apuntarle y así lograr huir. Lamentablemente, sólo hice como si eso pasase, usando mis labios para imitar el sonido que causaría mi flecha y el impacto.
—No, Nich, sólo concéntrate en lo que haces —decía Ackiel jugando con la flecha que había quitado, haciéndola girar entre sus manos en un gesto sin interés, volviendo a su anterior posición de mi lado, sin observarme pero esperando a que hiciese algo.
Pero volvía a insistir en que su interés era hacerme la vida imposible.
A veces pensaba que tenía ciertos problemas con respecto a la maldad que tenía yo dentro. A veces pensaba que estaba hecho para causar todo lo malo al ser tan vil, tan gruñón y siempre pensando que yo era el mejor, que estaba hecho para arruinar todo lo que era perfecto. Y me parecía gracioso, porque de alguna manera terminaba siendo cierto. Mi puntería era un total desastre. Aunque eso no era lo que empeoraba, sino el hecho de que estaba en último año y quien sabe cómo fue que logré cursar el año anterior a aquél, porque era el único al cual le costaba demasiado tener una buena precisión. Sí, precisión, lograr que mi puntería fuera exacta y que no cupiera duda de que acabaría tomando el centro sin chistar, en segundos.
—No me digas qué hacer, ya lo sé muy bien.
—Ya veremos Nich, anda, demuéstrame que lo sabes y muy bien.
Ahí estaba de nuevo, provocando que mi irritación brotara cada vez que se atrevía a decirme algo que me molestase. Pero decidí no opinar al respecto. Sólo me concentré en tomar una de mis flechas, colocarla después con cuidado en mi arco, entre tres de mis dedos y tirar así de la cuerda. Sin embargo, algo me advertía que estaba haciendo mal, porque mis acciones estaban desconectadas del arco y eso hacía que perdiera la especie de armonía que creía que se debía tener para hacerlo bien –o eso decían y me habían dicho desde que tenía uso de razón–. Pero no me di el tiempo de pensar en la posible armonía que podría conseguir al tranquilizarme y conectarme así por completo, porque estaba distraído. Y lo estaba por culpa de quien creía que sería mi maestro, por quien sólo se había ofrecido a ayudarme al verme fracasar en la pasada competencia, al verme totalmente perdido en mis heridas. Nombrarlo es interesantemente triste, hasta repetirlo en mis pensamientos me hace pensar lo horrible que había sido aquél instante en que creía estar haciendo todo como debía ser, y fallé, recibiendo el odio de todos los de mi grupo.
Finalmente, mi flecha fue a dar a la copa de los árboles de mi derecha, nuevamente. Bien, sí, estaba muy bien.
No esperé mucho más que las acostumbradas miradas divertidas o comentarios irónicos sobre mi resultado; esos que lanzaba Ackiel al verme fallar. Casi perdiéndose en su broma y aplaudiendo como si con eso demostrara lo totalmente graciosa que era la situación. Así como había sido desde entonces, hace un mes más o menos, desde que todo aquello había comenzado y desde que yo no podía soportar la idea de que el escondiera mi secreto. Pero en ese momento no me encontré escuchándolas, porque no se presentó ninguna palabra. Sino que algo extraño cernió el ambiente y no era precisamente algo que tuviera que ver con ser "gracioso". Aunque no lo supe diferenciar, no sabía qué estaba pasando. Por enésima vez, no entendía ciertas actitudes de ese alto chico. Sólo escuché a Ackiel dejando escapar un cansado suspiro, como si él mismo hubiese estado conteniendo este durante mucho tiempo. Chasqueó su lengua entre que se dedicaba a mirar la flecha entre sus manos y a negar con suavidad. Después me dedicó una silenciosa mirada, de esas que dedicaba cada vez que su expresión parecía volverse vacía o de una manera, triste, sola. Yo no hice más que dudar entre bajar mi arco o prepararme para cualquier cosa, aunque sabía que no escucharía algo bueno.
—Nichlass, hay un problema —Le escuché decir y mi atención volvió a él, girando con cuidado, dejando caer mi brazo con suavidad—. No puedes seguir así, no quiero que falles.
—¿Por qué me dices eso de repente? —Pregunté riendo con suavidad, nervioso ante la mención de esa manera, que estaba fallando.
—Intento pensar en una solución al desvío de tus flechas. Tu concentración no te permite terminar el tiro de una buena manera, como si a último instante odiases por completo el hecho de estar tirando una flecha ¿no es así? Creo que tengo una forma de arreglar eso..., a pesar de que suene totalmente irracional sabiendo que es a ti a quién le pido esto y a mí que no tengo una forma —Su mirada se volvió a posar en la mía, pero esta vez no parecía estar lo suficientemente triste, sino que parecía estar hablando en serio, nuevamente adoptando esa manera neutra de ver las cosas—. Una razón, la respuesta es una razón —Terminó diciendo para después parpadear tranquilo, y yo no sabía si sentirme agradecido o confundido—.
—¿Una razón? ¿La respuesta es una razón? —Indagué, ahora confundido—.
—Una razón por la cual quieras darle al centro.

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